Ya me gustaría a mi empezar el post como lo hace el gran Alvayanes en su www.salmonpalangana.com, en la que en cada post, te descubre un artista o canción que has canturreado siempre, pero nunca te acuerdas del nombre. No, no es posible, yo estoy escuchando ahora mismo la música inigualable de una retroexcavadora acompañada por diversos martillos hidráulicos.
No voy a entrar aquí en la eterna discusión de: pues esto con tal no pasa, eso pasa por votar a cual… No señores, esto ha pasado, pasa, y pasará siempre en este país de pandereta.
Que fácil debe ser planificar (o mal-planificar) una obra cuando no es tu bolsillo el que tienes que rascar. Vivo en un barrio, en el que el bloque de pisos más moderno debe tener algo así como 35/40 años; y no, no es mucha edad para decir que es un barrio «viejo», pero fue construido en una época en la que rara era la familia que disponía de algún vehículo propio, así que os podeis imaginar que lo que brilla por su ausencia son los garajes subterraneos; y una plaza en superficie donde aparcar se cotiza mejor que las acciones de Bankia.
Pues en este barrio, hace algo menos de un año, se planifica una obra (por cierto, necesaria) para sustituir todo el sistema tanto de suministro como de evacuación de aguas. En un principio bien, se corta una calle y empiezan las obras, no sin su incoveniente, pero a sabiendas que es por un bien público. La sorpresa viene, cuando, aún con esta primera etapa aún sin finalizar, cortan el tránsito de otra calle e inician la misma obra en otra zona.
Bien empezamos, si ya partimos que un «día a día» cuesta trabajo aparcar y con el corte al tráfico rodado de la primera de las calles, la situación se acentúa; os podeis imaginar, ahora que son dos calles las que están totalmente inutilizadas. Bueno, pues nada, sigamos con las obras.
A los 14 días, los vecinos descubrimos que, sin llegar a abrir al tráfico la primera calle, y con la segunda con más agujeros que la playa de Matalascañas un domingo de verano a las 19:00; cortan una tercera calle del barrio e inician las obras. Empieza a ser más fácil aparcar en barrios aledaños y dar un paseo de vuelta a casa, que intentar aparcar relativamente cerca.
Y llega el día en el que se empiezan a tapar agujeros, retirar maquinaria pesada y a colocar los primeros adoquines…. sí, es aquí cuando, sin habernos repuesto de las geniales ideas de ir cortando calles sin abrir las anteriores, nos encontramos con otra genialidad: «han ampliado el tamaño dedicado a la acera», y no es que antes fuera estrecha, pero ahora es, al menos, un metro más ancha; y que conlleva esto?, sí, que si antes había poco espacio para poder aparcar, ahora, al hacer cada acera un metro más ancha que antes, hace que en el centro de la calzada, no haya espacio suficiente para poder usarlo de aparcamiento.
Así que nos econtramos en una situación en la que ahora es rara la familia que no dispone de 2 o 3 vehículos, y hay menos espacio para aparcar que hace 40 años.
Tan sólo se me ocurre una justificación para esta genial idea: terminar las obras, pagar las facturas, y dentro de un tiempo, volver a reestructurar las calles y por consiguiente, contratar una nueva obra.