Llevamos ya 23 días desde el inicio del confinamiento, y 8 desde el «cierre total»
En este tiempo, hemos hecho infinidad de bizcochos, hemos descubierto el punto idóneo de las magdalenas, ni muy secas ni demasiado esponjosas; hacemos yoga por YouTube; asistimos a conciertos por Instagram; y, gracias a los aplausos de las 20.00 estamos empezando a conocer a nuestros vecinos, aquellos a los que llevamos varios años en el vecindario y no sabíamos ni como era su cara.
Hemos pasado de llamar a nuestros familiares solo por navidad, a hacer videollamadas en grupo, y menudo caos que es.
El teletrabajo se ha convertido en nuestra rutina diaria.
Y nuestros hijos, de la noche al día ya dan todas sus clases y deberes de formar online.
Este dichoso bicho que nos está plantando cara, nos está haciendo ver las cosas desde otro ángulo.
Ha supuesto un giro de 180 grados en nuestras vidas, y cosas que antes veíamos «raras» hoy las empezamos a ver cómo normales, ¿Quién pensaba hace tan solo 2 meses el salir a la calle con mascarillas y guantes?, si ya en épocas de alergia, nos mirábamos raro si alguien iba con mascarillas.
Empezaremos a saludar a distancia, y nos volveremos más selectivos con nuestros abrazos o besos, nada de ir saludando por ahí a diestro y siniestro.
Y lo mejor, a ver las cosas que realmente valen la pena
Cuando esto pase, no volveremos a ser los mismos, ya no digo ni peor ni mejor, sino diferentes.
Permitidme que yo, cuando vuelva a la normalidad, volveré más egoísta o celoso de sentimientos, y valoraré a quien se merece algo de mí.
Así que, si cuando nos veamos te abrazo o te beso, será que realmente me importas. Y el Covid19 te habrá puesto en tu lugar.