Sonando «Nacidos para creer» de Amaia Montero
Esta historia comienza sin saberse, muchos años atrás; época «pre-móvil» y donde tener un coche te hacía sentir especial entre los compañeros de clase. Aunque el ir al instituto era aventurarse a ir en el coche, heredado de abuelo a padre y de este a hijos, o tirarse 1 hora en bus haciendo 2 transbordos para muchas veces llegar tarde. Así que hicieron de aquella reliquia su cuartel general.
Aquella mañana maldijeron la salud del pobre coche, cuando no tuvieron más remedio que dejarlo aparcado y coger 3 autobuses para llegar a clases, aunque ya sabían que llegaban tarde.
Al día siguiente ya quedaron con tiempo suficiente de poder hacer turismo, un ratito en el 121, otro ratito en el 24 y terminando en el C1. Para la vuelta, era incluso peor, porque coincidía con horarios comerciales y más afluencia de usuarios.
Entre la marabunta que viajaban esa tarde en el 24 destacó ella entre todos. Con la incomodidad en ese autobús, ella mostraba una sonrisa que le iluminaba la cara; rubia con media melena, ojos claros y pecas; no tenía unas medidas «de cánones» pero a él le parecía un ángel. Tal fue la impresión, que no fue capaz de seguir la conversación que llevaban los 4 hasta ese momento.
En los días siguientes, el coche seguía estropeado, así que volvieron a desplazarse en autobús; y allí volvió a aparecer ella, igual que el día anterior, con una sonrisa de oreja a oreja , y su pelo arreglado; llevaba el uniforme de un taller informático; se alegró que su afición y el trabajo de ella estuvieran conectados.
Día tras días volvían a coincidir. Todo el día contando los minutos que faltaban para hacer transbordo en el 24, y poder verla. No sabía su nombre, tampoco su edad, y mucho menos su situación, pero el tiempo que coincidía con ella eran los más felices que pasaba.
Hasta llegar el día que el coche ya estaba arreglado y volvieron a su rutina; otra vez a maldecir al pobre coche por tener que dejar de verla.
Durante el resto del curso no pasaba una tarde que no se acordara de esos desplazamientos en bus. Años más tarde, ya habían terminado el módulo superior en informática de sistemas, montando una tienda/taller entre los 4 amigos. Poco a poco fue olvidando las aventuras de esos traslados en autobús, hasta que un día se abrió la puerta de la tienda y allí apreció ella, «la chica del 24»; pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión